Mensaje navideño

Dilecto JotaJota

no sabes en cuánto aprecio tu interés por cómo me van las cosas. En realidad, y para ser más honesto, aprecio tu interés y el de un montón más de gente. Estas fechas navideñas serían una buena oportunidad para hacer una lista de saludos y felicitaciones, pero pensándolo mejor, quizá no. En esto de las listas hay que tener cuidado en no dejarse fuera a alguien, que puede acabar molestándose ante un involuntario olvido.

Siempre me había hecho gracia esa gente que, cuando llega el final de año, se dedica a hacer una lista con las diez lo-que-sea que resumen los doce meses precedentes --o la década pasada, como está de moda estos últimos días--. Ahora admiro a esas personas, porque yo mismo me animé a hacer una lista de lo mejor del año en el enjuto panorama literario aragonés, y no ya diez, sino que me las he visto y deseado para encontrar dos o tres dentro de la atonía generalizada que aqueja al blogorreino en los últimos tiempos. Así que para concluir el año, me dedicaré a la crónica social para hacer glosa de los últimos premios literarios que se han fallado por aquí.

Mi primer parabién va para Miguel Ángel Yusta, asiduo palmeador en escenarios varios y buen practicante de la amistad oral, que se llevó el premio de poesía del Gobierno Civil. Por lo menos, Yusta domina la copla, algo que no pueden decir otros poetarados que lo único que merecen del Gobierno Civil es que los enchironen y los dejen incomunicados. Vaya también mi felicitación para Santos Damián Rodríguez, a quien le dieron el premio Miguel Labordeta de poesía. Reconozco que no conozco a este señor, y me da la impresión de que poco vamos a oír hablar de él, puesto que es de Cáceres y, por lo tanto, no entra en el círculo autofelatorio de los poetas aragoneses que se dejan oír por ahí. Pero no debe ser mal poeta el tal Rodríguez, porque en el jurado del premio estaba Manuel Vilas, que se está jartando de salir en los medios de comunicación explicando cómo ha escrito una novela que es moderna de la muerte con técnicas de hace 50 o 60 años.

He dejado para el final el premio de las Letras Aragonesas que le han dado a José Luis Borau. Pero en este caso mi felicitación no es para Borau, que seguramente merece muy mucho el premio. No, la felicitación es para toda la ciudadanía, ya que se ha conseguido que la democracia llegue a los premios literarios. Solamente con ver quién formaba parte del jurado, es evidente que cualquiera puede serlo. Ah, ¿qué no saben quiénes integraban ese jurado? Pues no se preocupen, que era público: Manuel Martínez Forega, Ramón Acín, José Luis Melero, Fernando Alvira y Carmen Ruiz Fleta. Que cada cual saque sus propias conclusiones.

Con esto doy por terminada mi crónica social. Pero no me olvido de los muchos comentarios que siguen salpicando este humilde rincón. Esta vez comenzaré por el último dejado en mi entrada anterior, y que me ha dejado profundamente entristecido. Un palurdo anónimo me acusa de ser aburrido, y de borrar los comentarios jugosos. Qué decir ante tales cargos: a quien le parezca aburrido, le aconsejo que se vaya al cine, o que lea algún libro, y que no esté al acecho de lo que se escribe en una bitácora. Y en cuanto a que borro los comentarios jugosos... pues a lo mejor va a tener razón, que borro los comentarios jugosos e inteligentes y se quedan los estúpidos como el suyo. O los de quienes se empeñan en identificarme, y que van del delirio político a la especulación asociativa. A todos aquellos que cuando les señalan la luna se quedan mirando al dedo también les recomiendo la lectura de cualquier libro. Por ejemplo, la Biblia (Marcos, 5, 9) es una buena elección.

Mención aparte merece uno de esos comentaristas que afirma haberme visto, no sólo a mí, sino a mí en compañía de Quidam Lector, en carne mortal y "en cierta presentación petarda, entre músicas populares y recitados omitivos, entre bostezo y bostezo". Interesante escenario, señor Anónimo, el que aporta usted, que sin embargo no me parece el más atractivo para asistir, solo o en compañía de otros. Además, su razonamiento de que "es posible que QL no supiera que la persona que tenía a su vera era DB, y viceversa" le hace acreedor de un premio más merecidamente que cualquiera de los que he citado últimamente por su claridad de ideas. Aunque lo que más gracia me ha hecho es cuando se pone en plan macarrita al final de su gloriosa intervención, cuando suelta: "hay gente muy violenta por ahí, así que tened cuidado en el futuro". En eso tiene razón, hay que tener cuidado con la gente que amenaza a quien le critica. Por eso, y como desgraciadamente los imbéciles abundan más de lo deseable, acabo este mensaje navideño con un bonito juego que me ha dejado Papa Noel para que se les quiten los nervios a los descerebrados, y dejen de decir sandeces.

Versos con valor

Venerado Radmusen:

qué mejor forma hay de pasar un fin de semana otoñal que junto al amable fuego de una chimenea, una copa de brandy generoso en la mano y la oportunidad de degustar literatura de alto nivel. Así me tomé yo la noche sabatina, en la que me llevé la sorpresa de que un alma noble ha vuelto a deposicionar unos versos en el espacio que yo dejo para que los amables comentaristas puedan satisfacer sus necesidades comunicativas.

Pero, ¡ay!, que me da que en este mundo traidor hay mucho cabroncete suelto, como el Anónimo que nos ha regalado esa pieza titulada "Los insurrectos". Cabroncete, digo, en su acepción de juguetón, travieso y malo, porque deja ahí un pedazo de poema, y compónganselas ustedes. Al igual que a miles de lectores, a mí me ha corroído la curiosidad de saber quién era el autor de semejante obra. Quién lo dejó en este blog es otra historia, sin mucha complicación de resolver; pero yo respeto escrupulosamente la voluntad anónima de ese benefactor.

Así que me puse en contacto con Milagros del Corral, Directora General de la Biblioteca Nacional de España, a quien conozco desde hace tiempo. Apenas le leí un par de versos del poema, y ya no hizo falta más para que me diese buena cuenta de él: autor, filiación, e incluso una valiosa opinión personal. Además, me envió por fax el texto íntegro, porque es un poema extenso. Los dieciocho versos que han puesto aquí son una buena muestra de cómo se desarrolla el resto, así que no me voy a molestar en copiarlo. Solamente apuntaré que me han dicho de buena fuente que el curso que viene este poema se incluirá en los libros de texto de Educación Infantil como ejemplo del recurso barato de apelar a referencias "generacionales" sin ton ni son, para pasmo de algún que otro pardillo.

Y en cuanto a la autoría, le seguiré el juego a quien nos ha donado estos versos, y no iré más adelante. Pero dejaré una pista, como hacía Mayra Gómez Kemp en el 1-2-3 (otra referencia que el poetarado se ha dejado, lamentablemente). Unos versos más adelante, el poema sigue con gallardía en los siguientes términos:


Nosotros: divinos Voladores o Domadores
onanistas de fotos de Jane Birkin
rayones de vinilos de Cohen
aprendices de idiomas,
aspirantes a Guinda, Forega o Vilas
 Uno echa en falta el conmovedor "y saludo a mi papá y a mi mamá". Pero la pista más clara se encuentra en el último verso, en el que el autor se confiesa aspirante a Guinda, Forega y Vilas. Desde luego, el autor ha demostrado en más de una ocasión su maestría aspirándosela a los tres antecitados. Y a muchos otros. Claro que, en su caso, le ha dado buenos resultados. Y es que hasta para ser chupapollas hay que valer.

Varios premios

Admirados Durand & Dupont:
aprovecho para poneros unas líneas a los dos a la vez, que hasta la tinta en Internet está cara. Me siento un poco ofendido por vuestras preguntas, por mucho que os escudéis en que sois de fuera, y que no comprendéis nuestras costumbres ni los derroteros que a veces toman los comentarios de esta bitácora.

Hace unas semanas os hubiera dicho que lo mejor era que no le hicieseis demasiado caso ni al blog ni a los comentarios, ni mucho menos a los comentaristas. Pero esto debe ir por modas, como los cortes de pelo, y hete aquí que de pronto todo esto se ha animado. En puridad, habría que precisar que quienes se han animado son los que pasan por aquí, muchos de los cuales, unas veces seguramente por modestia, otras por prudencia, preferían ver, oír y callar. Como los monos esos que venden en tiendas de chinos.

Esta fue una de las razones por las que en mi anterior entrada --aviso para ansiosos: nunca digan la última, por Dios--, quise proponer un inocente juego de diálogo con mis lectores. Como ha quedado claro, la mayoría de ellos ha demostrado no tener ni siquiera entendederas para entrar en el juego. Pero de estos ya hablaremos más adelante. Por ahora, procedo a darle el premio Avispado de la temporada a Quidam Lector con sus recomendaciones de que se use Google para disfrutar en toda su plenitud del texto que dejaba yo en mi anterior entrada. Y vaya la Mención Especial a las Capitanas del Cierzo, tan orgullosamente bolleras ellas.

Hablando de premios, también ha salido en los últimos comentarios el que le dieron a Forega por haber demostrado que ha leído a Valéry. Me alegro del Gallifante que le han otorgado, porque no me gusta que a la gente se le quede cara de tonto, y Forega es muy listo. Lo único que me preocupa es que a la Mari Trini del Moncayo se le vayan a gastar los premios. Pero no va a ser así, ¿verdad?




Y como me siento generoso, vaya un último premio de consolación al aguerrido fulano que me ha metido en una camisa de fuerza y me ha enviado al silencio, la nada. Su pulso narrativo ha sido impecable a lo largo de los días: primero anticipaba sutilmente el desenlace, clamando para que se me llevaran "los enfermeros [sic]". Luego hacía una simpática etopeya de este modesto servidor de ustedes, dejando briosas pinceladas que me equiparaban a "lenguas viperinas, frustrados, masocas y escoria social reprimida". Parece el cartel de un concierto de la Sala Arrebato. No esta mal. Ya esperaba yo con ansiedad --provinciana, claro-- el siguiente ictus del fogoso anónimo, que por fin pareció darse por vencido ya que no se le hacía el caso que merecía: el cierre en falso de su trilogía, más ambiciosa que la de Millenium, me ha hecho saltar las lágrimas. Bien es verdad que quien me conoce sabe que tengo la lágrima fácil.

Vaya, por ir concluyendo, una señal de reconocimiento a otro comentario, éste de aquí, que se ha ganado por lo visto las iras de Quidam Lector, si no he entendido mal lo que le contesta aquí. Bastante tiene el anónimo comentarista con escribir con un teclado defectuoso (porque sus defectos de escritura los atribuyo al teclado, y no a su cabeza, claro), y aún tiene los cojones de escupir en la cara de los otros anónimos por serlo, igual que lo es él. En fin, una estremecedora pieza de teatro del absurdo, lástima que sea irrepresentable. Yo le aconsejo a su autor titularla "Vínculo de verdad".

Por cierto, que grima se puede dar de muchas maneras.

Calentando motores

Amigo Burden:

desde que nos encontramos en el concierto de Amaya Montero el pasado 15 de octubre (yo fui a ver a la telonera, claro) le estoy dando vueltas a lo que me dijiste. Que si lo único que hago es criticar, que si se nota que soy un resentido, que si soy un vago, porque escribo de pascuas a brevas… Esto último fue lo que más me dolió, y me impidió gozar del concierto, de lo que quedaba de fiestas del Pilar, y de todo el mes de octubre. Lo malo es que viendo las fechas de mis entradas, es verdad.

Es verdad, y además no consigo quitarme la pereza de encima. Supongo que a estas murrias contribuye que últimamente la blogosfera literaria aragonesa esté, bajo mi humilde punto de vista, de capa caída. Así que he decidido darle un vuelco de 360 grados a esta bitácora, y dedicarla a otros menesteres más creativos. Hace unos meses, unas autodenominadas Capitanas del Cierzo dejaron por aquí un autodenominado poema suyo para que tuviera a bien comentarlo. Ahora voy a ser yo quien exponga al criterio de los curiosos lectores el argumento de un relato, en un alarde de interactividad y participación literaria facilitada por las nuevas tecnologías. Aquí va el argumento:

En el 2037, un académico llamado Jeremías es invitado a Montevideo para dar una conferencia sobre representaciones artísticas del fin del mundo patrocinada por una sociedad secreta llamada los Últimos Embajadores. Los Embajadores, sin embargo, son los gestores de una enfermedad llamada Sida Barcelona que provoca alucinaciones relacionadas con crímenes del pasado. Poco a poco, sale a la luz que en realidad lo han invitado por su oscura relación con una estafadora y asesina sexual. Todo encerrado en un paréntesis de inestabilidad ontológica a medida que la lógica alucinada del Sida Barcelona se va adueñando del relato.
Espero comentarios.

La cola de Cohen

Conciudadanos todos

he dejado pasar unos prudenciales días para que los ocasionales visitantes de este modesto sitio dejasen a millares sus opiniones laudatorias sobre un poema con el que un generoso comentarista anónimo enriqueció mi gárrula bitácora. Me refiero, claro está, a este comentario, y al poema de Fernando Sarría que contiene. Compruebo sin embargo que el silencio ha sido casi la tónica general, y en cierto modo lo comprendo, ya que los versos copiados (qué digo copiados: ¡donados!) dejarán mudo a cualquiera que tenga una mínima sensibilidad. No obstante, como es de bien nacido el ser agradecido, seré yo quien se tome la molestia (qué digo molestia: ¡placer!) de glosar esa deliciosa muestra de arte.

Lo primero es lo primero: un poema que comienza diciendo "Esperar en la cola de Cohen, ¡somos tantos!" está más allá del bien y del mal. Tamaña delicadeza no tiene parangón ni en El jardín perfumado, ni el Kamasutra, ni siquiera en La pasión turca de Gala. El autor consigue un non plus ultra de la literatura erótica, y  hace que los lectores nos preguntemos si los que esperan lo hacen debajo, o subidos encima de la cola de Cohen. Una versión ilustrada del poema seguramente serviría para enderezar (nunca mejor dicho) el entuerto. Yo animo a Fernando Sarría que en una necesaria segunda edición incluya un grabado en el que, por qué no, a la cola también podrían añadirse los cojones de Cohen.

El poema, además, deslumbra por su riqueza rítmica. Tanto que más que poema se lo podría calificar de catálogo de versos, porque los hay de todos los tamaños, con una acentuación que es una sorpresa continua para el lector, que nunca estará seguro dónde caerá la siguiente sílaba tónica. De la rima no hace falta ni acordarse; no la usan los poetas de medio pelo, así que mucho menos un poeta con mayúsculas, como fernando Fernando Sarría. Un poquico de eufonía de cuando en cuando, y arreando.

Pero lo que a mí me parece que hace inmortal a este poema es su vertiginosa versatilidad. No se me escapa que su autor lo ha escrito inspirándose en el reciente concierto que Leonard Cohen dio en Zaragoza (hay quien dice a los amigos: "El otro día fui al concierto de Leonard Cohen", y ya está; otros tienen que escribir un poema para expresar lo mismo que las nueve palabras de la anterior frase). Sin embargo, los versos son de tal naturaleza que valdrían para cualquier otra circunstancia. Comprobémoslo. El original (¡y tanto!) dice:


Esperar en la cola de Cohen, ¡somos tantos!,
movidos a una como un álamo en el aire,
- ¿por qué todos los vientos traen otoños aferrados a las nubes? -
preparados para deshacer todas las caricias y rehacerlas de nuevo,
así son los verbos que forjan la trama,
los que hacen de la noche “lo inolvidable”.
Pero si cambiamos alguna de las palabras que lo hacen circunstancial, quedaría algo así:

Esperar en la fila del Ikea, ¡somos blancos!,
movidos a una como un rábano en el aire,
- ¿por qué vienen tan contentos los labradores? -
preparados para deshacer todas las Letizias y cascarles un huevo,
le pregunté por el precio a la madama,
para hacer de aquella noche “lo inolvidable”.

Como puede observarse, no ha perdido ni un ápice de su fuerza poética, que se mantiene igual de poderosa que en el original. Eso solamente es capaz de hacerlo un poeta con una sensibilidad como Fernando Sarría; un poeta que construye un verso como "Su voz, la de él, es del silencio, la llama en el instante", con ese necesario "la de él", para que ningún lector pigro pueda pensar que está hablando de Juanita Reina.

Por ello, y con esto acabo, anuncio que ya me he puesto en contacto con las oficinas centrales de Google en Mountain View (California) para que modifiquen sus archisecretos algoritmos de búsqueda, de manera que cuando alguien busque "genial obra maestra de la poesía contemporánea escrita con motivo de la visita esa misma semana de un conocido cantante de voz profunda y repleta de versos que valdrían para cualquier otra circunstancia", el resultado único sea este poema de Fernando Sarría, al cual Google redireccionase acompañado de la bonita tonada "Sisters of Mercy". Del mismo modo, también he dado instrucciones de que cuando alguien busque imágenes de "enorme poeta entre muchos", el primer resultado sea una foto del careto de Fernando Sarría.

De nada.




Actualización del sábado por la mañana:
Leo en la prensa que a Leonard Cohen le dio un jamacuco en su concierto de Valencia, y tuvieron que llevárselo del escenario. Por supuesto, animo a Fernando Sarría para que haga un poema sobre ello, y le brindo este espacio para que lo publique.
De nada, de nuevo.

La verbena de la paloma

Para el Anónimo que en la entrada anterior pedía algo de música, aquí va mi aclamada imitación de Johnny Cash:
boom-chicka-boom, chicka-boom, chika-boom, boom-chicka-boom, chicka-boom, chika-boom.... Hello, I'm Dalton Bert... boom-chicka-boom, chicka-boom, chicka-boom....
Y una vez satisfechas las peticiones musicales, pasemos a otros temas. Apenas hace unos días, señalaba cómo el verano parecía haber deshecho los desechos intelectuales del Blogorreino de Aragón (con permiso de Quidam Lector, voy a apropiarme de ese término tan inspirador, aunque blogorreino me recuerde algo a blenorragia), y advertía también yo de que había una facción de inasequibles que seguían obcecados en exhibir cuán paletos podían llegar a ser. Aducía un ejemplo de ello, ejemplo que recientemente ha dejado obsoleto el mismo dueño de la misma bitácora, demostrando una vez más que no hay nada más peligroso que un tonto con iniciativa. Fiel al tan castizo lema De echarla, echarla gorda, este buen hombre está consiguiendo lo que seguramente era su máximo anhelo, además de publicar en Alfaguara: convertirse en un icono generacional de referencia. Lástima que no tenga tan asimilada la poca distancia que hay entre el icono de referencia y el monigote de pacotilla, papel que borda con nota alta.
 
En lo que no estoy ya tan de acuerdo es en otras apreciaciones de Quidam Lector, como la que parece insinuar que el Blogorreino es un desierto. Pero hombre, ¿acaso si Aragón fuera un desierto cultural hubiera aparecido un sitio como éste? Ya sólo su nombre, Una morena y una rubia, es prometedor para tanto comentador baboso a quien se la pone dura cualquier niña que diga hacer versos. Pero es que además, menuda rubia y menuda morena son estas dos: la morena es Eva Puyó, autora única de un librico, Ropa tendida, que obtuvo enfervorecidas críticas de sus amigos. Además, tiene la virtud de ser una mujer que acepta sin quejas tener exceso de grasa encima. Y la rubia no es sino Aloma Rodríguez, autora única de otro librico, París Tres, y cuya sonrisa es lo único más grande que su talento. Las dos son parientes, ya que las dos han publicado sus libros en Xordica, es decir, donde lo han hecho sus novios, hermanos, padres, etc. Pero eso no es pertinente para lo que ahora nos ocupa, que es celebrar la magnificencia de estas dos vestales de la cultura aragonesa, que ponen a disposición del resto de los mortales un caleidoscopio de propuestas que nos enriquezcan el espíritu. Guau...
 
Así que ya saben, amigos: sean fieles a la página de la morena y de la rubia, como estos infelices de la vida, y cuando en el bar les comenten que va a haber una cena de escritores en Casa Emilio, podrán decir esto con la cabeza bien alta.

Todo pasa y todo queda

Dilecto Marius:

leí ayer el correo electrónico que me enviaste a principios de agosto. No te creas el único que ha gozado de vacaciones durante estos meses. Yo también las he aprovechado para descansar y para ver mundo, siguiendo el consejo que me dio hace años mi abuelo.
Hay algunos placeres particularmente agradables de estar fuera durante un tiempo: por ejemplo, la sensación que sientes al volver a casa, reencontrarte con las cosas que dejaste, y paladear la certeza de que nada ha cambiado. Es exactamente lo que me ha sucedido al regresar por aquí. Las cosas están prácticamente igual que antes del paréntesis estival. En todo caso, podría decirse que algo han mejorado, porque como mucha gente se ha cogido vacaciones, no ha tenido tiempo de escribir para demostrar lo tontos que son. Aunque siempre ha quedado algún listo que ha organizado teatrillos para solaz de veraneantes. Es el caso de la Mari Trini de la poesía aragonesa y sus encuentros de Veruela. Encuentros que cada año son más difíciles de encontrar y seguir, porque nadie se entera de que se celebran, excepto los cuatro estalentaos de siempre. Bueno, y algún funcionario contable de la Diputación de Zaragoza, a quien la jefa de la Editorial Gallifante le mandará su número de cuenta con todo su amor. Eso sí que es poesía, y lo demás monas pintadas.

Pero no te apures. Estoy convencido de que es solamente cuestión de tiempo, unos días a lo sumo, para que todo vuelva a la normalidad o, si me permites un chiste ya muy gastado, a la anormalidad. Lo único, guárdate toda la paciencia que puedas para poner buena cara cuando los conocidos te enseñen las fotos de donde han estado, mientras que cuentan lo bien que se lo han pasado. ¿Hay algo más odioso que eso? Sí, que un pavo lo haga directamente desde su propio blog, y encima haya gente que le ría las gracias. Y es que hay cosas que ni da la naturaleza, ni presta Salamanca, ni leches.