Calentando motores

Amigo Burden:

desde que nos encontramos en el concierto de Amaya Montero el pasado 15 de octubre (yo fui a ver a la telonera, claro) le estoy dando vueltas a lo que me dijiste. Que si lo único que hago es criticar, que si se nota que soy un resentido, que si soy un vago, porque escribo de pascuas a brevas… Esto último fue lo que más me dolió, y me impidió gozar del concierto, de lo que quedaba de fiestas del Pilar, y de todo el mes de octubre. Lo malo es que viendo las fechas de mis entradas, es verdad.

Es verdad, y además no consigo quitarme la pereza de encima. Supongo que a estas murrias contribuye que últimamente la blogosfera literaria aragonesa esté, bajo mi humilde punto de vista, de capa caída. Así que he decidido darle un vuelco de 360 grados a esta bitácora, y dedicarla a otros menesteres más creativos. Hace unos meses, unas autodenominadas Capitanas del Cierzo dejaron por aquí un autodenominado poema suyo para que tuviera a bien comentarlo. Ahora voy a ser yo quien exponga al criterio de los curiosos lectores el argumento de un relato, en un alarde de interactividad y participación literaria facilitada por las nuevas tecnologías. Aquí va el argumento:

En el 2037, un académico llamado Jeremías es invitado a Montevideo para dar una conferencia sobre representaciones artísticas del fin del mundo patrocinada por una sociedad secreta llamada los Últimos Embajadores. Los Embajadores, sin embargo, son los gestores de una enfermedad llamada Sida Barcelona que provoca alucinaciones relacionadas con crímenes del pasado. Poco a poco, sale a la luz que en realidad lo han invitado por su oscura relación con una estafadora y asesina sexual. Todo encerrado en un paréntesis de inestabilidad ontológica a medida que la lógica alucinada del Sida Barcelona se va adueñando del relato.
Espero comentarios.